La dominación que ha ejercido y que ejerce Estados Unidos en Latinoamérica es en esencia, la de que las naciones de la región son en teoría independientes, con toda la gala externa de países soberanos, siendo en realidad estas economías y sus políticas, dirigidas en buena medida desde la metrópoli norteamericana. Cuando un régimen no es del agrado de Estados Unidos, promueven su caída por otro más afín a sus intereses.
Los métodos y la forma de esta dominación se le suele llamar neo-colonialismo. Es frecuente que el manejo neo-colonialismo sea ejercido mediante medidas económicas o monetarias. Ya se ha visto que las naciones de América Latina están presionadas a comprar los productos manufacturados de los Estados Unidos, en virtud a la implícita prohibición de importar de otros mercados.
El neo-colonialismo significa, por una parte, poder sin responsabilidad para el país que lo practica y por la otra, para quienes lo sufren, explotación sin resarcimiento. El neo-colonialismo engendra subproductos trágicos en los estados que no son dueños de sus destinos, como las guerras limitadas y el hambre.
Hasta ahora las colonias latinoamericanas son una de las fuentes de riqueza de los Estados Unidos, que sirven para mitigar los conflictos de clase dentro de la sociedad norteamericana. Por lo tanto, su cese implicaría una serie de modificaciones del ordenamiento estructural de la economía estadounidense y un leve descenso en el nivel de vida de este pueblo. Esta significación es la que presiona a la vigencia implacable del neo-colonialismo.
Los países latinoamericanos se convierten en esta forma en receptores de tecnología inadecuada, productos caros, formas de organización productiva ineficaces, capitales prestados a largos plazos, etc.
El éxito de esta política norteamericana se comprueba ante el aumento paulatino e incesante de la pobreza latinoamericana y la riqueza estadounidense.
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